INTRODUCCIÓNRecuento de logros (y de ovejas): A propósito de los veinte años de la EST [Counting blessings (and sheep): On twenty years EST]
Como decía Mark Twain, la historia no se repite, pero a veces rima. Los artículos recopilados en este número especial de Target se basan en las conferencias del simposio titulado « Same place, different times » [« El mismo sitio, tiempos distintos »] que fue organizado por la EST en la Universidad de Viena el 28 de septiembre de 2012. Dicho simposio fue una iniciativa del Comité Ejecutivo de la propia asociación para dar brillo a la conmemoración de su vigésimo aniversario, ya que regresaba a la ciudad que la había visto nacer dos décadas antes. En esta introducción trataré de esbozar de una manera muy general el contexto histórico en el que surgió la European Society for Translation Studies para ofrecer un trasfondo en el que enmarcar las aportaciones que se recogen en este volumen. Los aniversarios son generalmente la ocasión perfecta para hacer balance y para recordar, como reza la dulce cancioncilla de Irving Berlin, « to count our blessings instead of sheep » [« dejar de contar ovejas y contar los logros conseguidos »]. Sin embargo, cabe destacar que dichas celebraciones vienen acompañadas de una dimensión ritual. Y, tal y como afirman los antropólogos, todo ritual es un mecanismo para evitar la reflexión. De esta manera, los recurrentes llamamientos a dotar a los Estudios de Traducción de una mayor capacidad de reflexividad que se sucederán en las siguientes páginas deberían entenderse en relación con el contexto del que han ido tomado forma. Además de cumplir la función tradicional y ritual de captatio benevolentiae, esta introducción tratará de proporcionar al lector las bases para entender ese contexto.
El año 1992 fue el annus horribilis de la reina Isabel II, aunque podría haber reducido sus expectativas si hubiera sabido ya entonces todo de lo que sí sabe ahora sobre los caprichos de su descendencia real. Por aquel entonces, el 11 de septiembre era un día que todavía pasaba desapercibido; recordemos que el congreso de Viena en el que se fundó la EST se celebró entre el 9 y el 12 de septiembre. Se podía estar hablando de la « primavera árabe » en referencia al clima. La Guerra Fría se había acabado, pero habían estallado nuevas « guerras calientes » en la antigua Yugoslavia, Chechenia, Afganistán y Somalia. La palabra « troika » todavía se usaba para designar todo lo que iba mal en la recientemente desintegrada Unión Soviética y no para todo lo que va mal en Eurolandia. Checoslovaquia aún aparecía en el mapa, pero la Revolución de Terciopelo no tardaría en llegar. Un pequeño país como Dinamarca podía desafiar la ley general que establecía que, al final, Alemania (recién unificada) siempre gana en las competiciones de fútbol. Ese mismo año, Steffi Graf y Andre Agassi ganaron el Torneo de Wimbledon, aunque aún no eran pareja ni dentro ni fuera de la cancha. Todavía existía el transbordador espacial y se usaba para estudiar el calentamiento global… pero ¿a quién le importaba? Mientras tanto, Paul Simon iniciaba una gira por Sudáfrica y se desencadenaban disturbios en Los Ángeles. No existía Facebook ni YouTube ni Twitter. « Googlear » no existía todavía como verbo. La Enciclopedia Británica aún se imprimía en papel y muy pocos podían imaginar que, en un futuro, se vería desbancada por una página web de consulta escrita por los propios usuarios y que ofrecería hasta los datos más insignificantes sobre 1992 en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ah! Y también se firmó algún tratado en la aburrida ciudad fronteriza de Maastricht, en los Países Bajos.
Tras años de esclerotización, como se denomina a menudo a la etapa de estancamiento institucional de los años 60 y 70, el Tratado de Maastricht representó un cambio en la forma en que pasó a autodefinirse la que entonces se denominaba oficialmente la « Comunidad Europea ». Como respuesta a la caída del antiguo bloque comunista y a la creciente necesidad de una « convergencia » monetaria (que ya no hace tanta gracia tras la crisis financiera de 2008), las élites europeas encargadas de la toma de decisiones buscaban redefinir el significado de Europa a partir de la división Este-Oeste, u oponiendo la « nueva Europa » a la « vieja » (por utilizar las palabras que usó George Bush), y no a partir del tradicional eje Berlín-París. En una dimensión que tiene clara relevancia para los académicos de la traducción, la lógica de la « ampliación » se inspiró, al menos en parte, en referencias a la existencia de una comunidad cultural compartida, lo que en gran medida sirvió para justificar la razón de ser de esa política lingüística europea que a menudo ha sido ridiculizada. Con una formulación cargada de paradojas, el Tratado de Maastricht disponía que todos los instrumentos legislativos redactados en las lenguas oficiales de la Unión Europea (nueve en ese momento, veinticuatro en la actualidad y en previsible aumento) constituían un « ejemplar único » (artículo S del Tratado de la UE). Como ha señalado acertadamente David Bellos, lo que esto significa realmente es que, en los Estados miembros de la UE, « nada es una traducción, pero todo está traducido » (Bellos 2011Bellos, David 2011 Is That a Fish in Your Ear? Translation and the Meaning of Everything. London: Particular Books (Penguin)., 238). Dicho de otro modo, el proyecto europeo se basaba en la necesidad y la imposibilidad de la traducción. Cada uno de los instrumentos legislativos, reglamentos o directivas procedentes de las instituciones solo logra ser jurídicamente vinculante cuando concluye el proceso de traducción a sus veinticuatro lenguas oficiales, lo que da lugar a veinticuatro versiones lingüísticas diferentes que constituyen un « ejemplar único ». En lo que hoy es el mayor servicio de traducción del mundo (cuya producción pasó a ser más del doble en los años inmediatamente posteriores a la ratificación del Tratado de Maastricht), un error en la traducción es teóricamente imposible.
No es de extrañar, pues, que todos los recién graduados en traducción de los nuevos Estados miembros de Europa del Este hayan acudido en masa a Bruselas y a Luxemburgo: un trabajo con un buen salario ¡y sin la posibilidad de cometer errores! Bromas aparte, el año 1992 parecía el momento perfecto para la creación de la European Society for Translation Studies y probablemente no había mejor lugar para formalizar su constitución que en Viena, el corazón del antiguo Imperio de los Habsburgo, que volvía a estar catapultada al centro de una Unión Europea renovada. Teniendo en cuenta todas estas circunstancias, no es de extrañar que pueda percibirse la presencia de algunos de los artificios jurídicos más enigmáticos que subyacen a la construcción de la Comunidad Europea (que, a pesar de administrar fórmulas económicas occidentales, se ha legitimado cada vez más como una entidad con un pasado y un patrimonio compartidos) también, en cierta medida, en esta nueva asociación de académicos de la traducción. De esta manera, tal y como señaló el presidente de la EST, Anthony Pym, en el boletín de noviembre de 2012, se puede observar una « simpática paradoja » en el hecho de que los estatutos con los que se constituye la sociedad establezcan en alemán que su idioma oficial es el inglés (Pym 2012 2012 “Questions of Language Policy.” EST Newsletter 41: 14., 14). Al igual que en la Unión Europea en general, la traducción se presenta en este caso como algo necesario e imposible. Y, de la misma forma, la EST sigue funcionando en un marco en el que se dan erupciones cíclicas de descontento en torno al predominio del inglés en Europa que van seguidas, como siempre, de medidas pragmáticas de compromiso.
1.Fundación de una interdisciplina
Tal y como se recoge en numerosos textos, 1992 fue también el año en que el emergente campo de los Estudios de Traducción comenzó a autoidentificarse como una “interdisciplina”, una palabra particularmente pegadiza que sugirió inicialmente Gideon Toury (imagino que bebiendo una buena taza de café vienés) a la presidenta fundadora de la EST, Mary Snell-Hornby (Snell-Hornby 2006Snell-Hornby, Mary 2006 The Turns of Translation Studies: New Paradigms or Shifting Viewpoints? Amsterdam: John Benjamins. , 71). No se ha prestado suficiente atención a las paradójicas estrategias de legitimación implícitas en tal designación, que llevaba a los académicos reunidos en Viena a afirmar su autonomía institucional e intelectual mientras la negaban a nivel retórico. Como saben todos los que se autoproclaman cosmopolitas, tal maniobra supone adoptar una forma de identificación negativa mucho más firme que cualquier tipo de compromiso explícito, con todas las limitaciones que ello trae aparejadas (entre ellas, el propio funcionamiento de una asociación profesional en los periodos de tiempo que transcurren entre las conferencias trienales). Esto no quiere decir que a los fundadores de la EST no les motivara una creencia sincera en el potencial transversal de los Estudios de Traducción como un campo en el que podrían confluir diferentes enfoques académicos y tradiciones. Como señala Snell-Hornby, la investigación sobre la traducción se sentía « dividida en dos » (46) prácticamente desde el principio, ya que luchaba por conciliar las exigencias prácticas de la profesión del traductor con diversas orientaciones teóricas. Cualquiera que haya trabajado como investigador en alguna institución en la que se forman futuros traductores habrá logrado ser consciente, incluso desde el punto de vista físico, de los grandes retos intelectuales que a veces se espera que uno afronte en esta « interdisciplina ». No siempre ha resultado fácil, aunque, mirando el lado bueno, nos ha mantenido en forma.
El sentimiento general de « estar dividido » explica esa persistente preocupación por encontrar las raíces y la identidad de los Estudios de Traducción como disciplina, algo al parecer sin precedentes en ningún otro proyecto académico. Tras el llamamiento de James Holmes (« ¡que comience el metadebate! ») en su conocido ensayo « The Name and Nature of Translation Studies » [« Nombre y naturaleza de los Estudios de Traducción »] (2004 [1972]Holmes, James S. 2004 (1972) “The Name and Nature of Translation Studies.” In The Translation Studies Reader, ed. by Lawrence Venuti, 180–192. New York: Routledge.), se ha producido todo un caudal de publicaciones sobre el qué y el porqué de la traducción, en las que se ha ido pasando revista a distintos « giros ». En general, este ejercicio de « giros » ha sido bastante emocionante, pero no debemos dejarnos llevar por una ingenuidad que impida que percibamos los mecanismos institucionales más generales que intervienen en esta continua muda de pieles intelectuales. A menudo, ese deseo de incrementar el metadebate ha terminado revelando, sobre todo, el malestar de los académicos en un mercado laboral académico cada vez más restringido, lo que nos ha llevado a « contar ovejas en lugar de los logros conseguidos ». Pocos han ido tan lejos como el difunto Peter Newmark al concluir que los Estudios de Traducción pueden ser « la disciplina más parasitaria, abstracta, aburrida y alejada de la realidad de todas las que existen » (Newmark 1993Newmark, Peter 1993 Paragraphs on Translation. Clevedon: Multilingual Matters., 170), pero muchos han expresado preocupaciones similares, aunque no con palabras tan sonoras. Lo que la avalancha de publicaciones comprometidas con el metadebate probablemente no ha conseguido, sin embargo, es acercarnos a esa « unanimidad » en cuanto a la forma de entender nuestra disciplina que Holmes tenía en mente en su artículo de 1972. En su introducción a un número especial de Target de 2012 publicado con motivo de otro aniversario, los veinte años de CETRA, Elke Brems, Reine Meylaerts y Luc Van Doorslaer (2012Brems, Elke, Reine Meylaerts, and Luc Van Doorslaer 2012 “A Discipline Looking Back and Looking Forward.” Target 24 (1): 1–14. , 1) observaban que, dado ese deseo insaciable por la metarreflexión en los Estudios de Traducción, la disciplina parecía estar « atrapada en un estado más o menos permanente de duda e incertidumbre ». Después de todos estos años y a pesar de múltiples esfuerzos por solventarlo, todavía seguimos en nuestro campo sintiéndonos, en el fondo, divididos (aunque no haya acuerdo sobre cuál es ese fondo).
¿Por qué nos resulta tan difícil lograr esa unanimidad, si normalmente la mayoría somos académicos sumamente agradables? Definitivamente no ha sido por no intentarlo. De hecho, una explicación puede ser que, en nuestra búsqueda de esa utopía disciplinaria holmesiana, estemos remodelando continuamente las formas en que se puede imaginar tal utopía.
Primera parábola
En 2004, IATIS celebra su reunión inaugural en Corea del Norte. Según se afirma en su página web, es la primera asociación académica que representa « los intereses de los académicos e investigadores en estos ámbitos de rápido crecimiento a nivel mundial » (IATIS 2013). Por comodidad, las cuotas de los miembros se pagan en libras esterlinas y los estatutos de la asociación establecen, en inglés, que este es el idioma oficial de la asociación. Gideon Toury asiste a la conferencia celebrada en Seúl e informa en el boletín de la EST de noviembre que está « bien organizada » (Toury 2004 2004 “Report on the IATIS Conference in Seoul.” EST Newsletter 25: 7., 7). No es necesario reiterar las polémicas que pueden entreverse detrás de tan medidas palabras. A principios del siglo XXI, la cicatriz de un bloqueo atraviesa la comunidad internacional de los Estudios de Traducción con consecuencias en prácticamente todos los niveles (financiación, publicaciones, empleos). Además, debemos recordar que la polémica comenzó a raíz de una carta abierta de académicos europeos que proponían una suspensión de la financiación europea.11.El 6 de abril de 2002, en el punto álgido de la segunda intifada y de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos, The Guardian publicó una carta abierta firmada por académicos británicos que abogaban por un boicot académico a Israel. Amparándose en la reticencia de Estados Unidos a intervenir en el conflicto de Oriente Medio y en el hecho de que las universidades y los centros de investigación israelíes pueden recibir financiación europea para investigación, se afirmaba que una de las formas de ejercer presión sobre el país era suspender esta financiación. Tres meses después de su publicación, una de las firmantes, Mona Baker, retiró a dos académicos israelíes, Gideon Toury y la difunta Miriam Schlesinger, del consejo editorial de The Translator y de Translation Studies Abstracts. Si bien esta decisión suscitó una polémica considerable dentro de la comunidad académica de los Estudios de Traducción, el llamamiento inicial a la suspensión de las becas israelíes ha recibido mucha menos atención. Sin embargo, la cuestión es que las fuerzas institucionales que participaban en la creación de la primera asociación « auténticamente » internacional del campo de la Traducción y los Estudios Interculturales al mismo tiempo se estaban comprometiendo al muy noble ideal de superar las divisiones regionales y nacionales. A pesar de contar con numerosos miembros europeos (la mayoría del Reino Unido), para IATIS es una prioridad que sus conferencias internacionales también se organicen fuera del continente europeo, en el Reino Unido, el sudeste asiático, América Latina o África, y asegurar así una difusión por distintas regiones del globo. Con ello, la asociación refuerza esas divisiones regionales, a pesar de haber declarado que trataría de dejarlas de lado. Tal escisión entre ideales y realidad es quizás inevitable, pero las estructuras de poder que la producen merecen nuestra atención. A este respecto, cabe señalar una iniciativa presentada en el simposio de Viena de 2012 para crear una federación (potencialmente global) de grupos de investigación, escuelas de verano y asociaciones de traducción, interpretación y localización. Su nombre, Translation Studies Federation (« Federación de Estudios de Traducción »), desencadenó inmediatamente un confuso debate sobre el significado implícito en las palabras « federación » (¿no debería ser una confederación?) y « traducción » (¿incluye en realidad la interpretación?). Cuarenta años después del artículo de Holmes, parece que tanto el nombre como la naturaleza de la disciplina todavía están en liza.
Segunda parábola
A principios de los años 90, Dirk Delabastita publicó un artículo en Target titulado « A False Opposition in Translation Studies: Theoretical versus/and Historical Approaches » [« Una falsa oposición en los Estudios de Traducción: enfoques teóricos versus/e históricos »], en el que abogaba por una « interacción bidireccional » entre historia y teoría para superar la fragmentación de la disciplina (Delabastita 1991Delabastita, Dirk 1991 “A False Opposition in Translation Studies: Theoretical versus/and Historical Approaches.” Target 3 (2): 137–152. , 150). Sin duda, este artículo ayudó a elevar su reputación dada la brillantez y sutileza de sus refutaciones (¡el autor revelación!), pero hay que reconocer, por decirlo en la jerga europea, que no condujo a ningún tipo de « convergencia » entre planteamientos distintos en los Estudios de Traducción. Curiosamente, el propio Delabastita ha explicado recientemente una de las razones por las que no se materializó dicha convergencia en un artículo publicado en The Translator con el revelador título « B2B in Translation Studies » [« Vuelta a lo básico en los Estudios de Traducción »]. El artículo no solo atestigua la coherencia con la que este autor se ha planteado las mismas cuestiones relativas a la identidad disciplinaria de los ET durante las dos últimas décadas, sino que también, y lo que es más importante, aclara por qué estos gestos ecuménicos fallan tan a menudo. Como dice él mismo, al intentar reducir la fragmentación conceptual, estas propuestas « añaden aún más diversidad y complejidad territorial al campo » (Delabastita 2013 2013 “B2B in Translation Studies: Business to Business, or Back to Basics?” The Translator 19 (1): 1–24. , 13). En este sentido, su propia propuesta a favor de « una vuelta a lo básico » parece una medida correctora adecuada, aunque cabe señalar que el atractivo de este remedio frente a la comercialización de la enseñanza superior deriva indirectamente de que sabemos que « B2B » significa algo distinto en el sector. Al menos en ese caso, volver a lo básico presupone de antemano lo que se trata de trascender. Por decirlo de manera provocativa, la idea más importante que se puede extraer de lo anterior es que, independientemente de lo que pueda conseguir además, el metadebate no busca, en realidad, lograr la unanimidad en la forma de entender la disciplina.22.Al afirmar que con el metadebate no se trata de lograr el consenso, no pretendo decir que no haya académicos comprometidos individualmente con este ideal, ni mucho menos que nunca se pongan de acuerdo en nada. Más bien, lo que intento decir es que las llamadas a remediar la creciente fragmentación en los ET tienden a fortalecer los límites de la disciplina a la par que multiplican los puntos de vista. Hasta qué punto esta diversidad de perspectivas, como sugiere Delabastita, deba atribuirse a la mercantilización del ámbito académico es una cuestión que, en mi opinión, no puede abordarse adecuadamente desde la propia disciplina. Esto plantea una pregunta adicional: por qué y cómo tales lamentaciones impulsan el debate académico en el ámbito de la traducción.
Tercera parábola
El escenario es un foro de debate sobre la base común de los Estudios de Traducción publicado en Target tras el cambio de milenio. Andrew Chesterman y Rosemary Arrojo (2000)Chesterman, Andrew, and Rosemary Arrojo 2000 “Shared Ground in Translation Studies.” Target 12 (1): 151–160. iniciaron dicho debate con una declaración conjunta en la que exponían no menos de treinta tesis que representaban los puntos de vista que afirmaban compartir sobre lo que es y lo que hace la traducción. A pesar de las buenas intenciones, el debate estaba sesgado desde el principio, ya que giraba en torno a una oposición asimétrica entre los polos retóricos del « esencialismo » y del « no esencialismo ». Teniendo en cuenta la trayectoria de ambos académicos, era evidente que ninguno quería identificarse con la primera posición. En conclusiones separadas que complementaban esa declaración conjunta, Chesterman y Arrojo presentaban sus interpretaciones individuales de las treinta tesis, que sobre todo demostraban que apenas existía acuerdo sobre lo que se definía tan firmemente en las páginas anteriores como un denominador común. Chesterman (de forma bastante previsible) destacaba como prioridades para los expertos en traducción la descripción y la predicción, mientras que Arrojo (en un lenguaje más bien normativo) recalcaba el carácter normativo consustancial a la investigación, una tarea supuestamente imparcial, y las dinámicas de poder de las cuales resulta. Este intercambio allanaba el camino a un intercambio de puntos de vista que se desarrolló a lo largo de varios números consecutivos, en el que intervinieron con aportaciones polémicas algunos académicos del sector, entre los que cabe citar a Anthony Pym, Daniel Simeoni, Kirsten Malmkjaer, Rakefet Sheffy, Sandra Halverson, Daniel Gile, Roger T. Bell, Brian Mossop, Edwin Gentzler y Miriam Schlesinger. Si bien el foro dio pie a que surgieran muchas propuestas y declaraciones provocativas, el lector tenía la sensación de estar en un gallinero repleto de gallos y no en la utopía disciplinaria de Holmes.
En los últimos años, Andrew Chesterman ha vuelto una y otra vez, con un fervor casi misionero, a la cuestión de la « consiliencia » (Chesterman 2005Chesterman, Andrew 2005 “Consilience and Translation Studies.” Revista Canaria de Estudios Ingleses 51: 19–32., 2007 2007 “Bridge Concepts in Translation Sociology.” In Constructing a Sociology of Translation, ed. by Michaela Wolf, and Alexandra Fukari, 171–183. Amsterdam: John Benjamins. ) en los Estudios de Traducción, aunque parece haber renunciado a abordarla como labor de equipo. Lo que se puede deducir de lo anterior es que su búsqueda es una tarea continua, y estoy bastante seguro de que así es como la mayoría la concebimos. Otra conclusión menos evidente es que la función del metadebate es más bien la de multiplicar las posibilidades de discrepar de los postulados de otros académicos y no tanto la de ponerse de acuerdo, por ejemplo en una lista ordenada que recoja las « tesis » compartidas. Por decirlo en palabras (traducidas) del sociólogo alemán Niklas Luhmann, « sondear o explorar la capacidad de consenso es una operación que siempre se puede llevar más lejos » (Luhmann 1995, 232). El metadebate como actividad académica no sirve para paliar la confusión conceptual al tender puentes entre conceptos aparentemente antitéticos, ya sea entre la « teoría » y la « práctica » (Snell-Hornby), la « historia » y « teoría » (Delabastita) o la « descripción » y el « empoderamiento » (Chesterman y Arrojo). En lugar de invalidar esas « falsas » oposiciones, las propuestas de consenso indirectamente vuelven a abordar estas distinciones tan arraigadas de tal manera que se pueden vislumbrar nuevas vías de investigación. Con cada nuevo giro, las cartas se vuelven a barajar para señalar nuevas diferencias que resultan orientadoras (la más reciente, por ejemplo, entre la investigación « in vitro » e « in vivo » (Mossop 2006Mossop, Brian 2006 “Has Computerization Changed Translation?” Meta 51 (4): 787–805. , 789)). Pero ese incómodo sentimiento de división sigue formando parte de aquello en lo que consiste nuestra interdisciplina, o tal vez la actividad humana en general.
2.Explorar posibilidades de consenso
Que la utopía de Holmes no se vaya a alcanzar mañana no significa que podamos ignorar la confusión que, como en Babel, reina en nuestro ámbito y la enorme brecha que existe entre lo que hacemos y las concepciones cotidianas de la traducción. Fui haciéndome cada vez más consciente de este último problema mientras colaboraba en el Comité de Investigación de la EST, donde me llamó la atención hasta qué punto la investigación en traducción apenas se ha difundido en los principales medios de comunicación de internet.33.El Comité de Investigación de la EST fue creado por el Comité Ejecutivo elegido después del Congreso de Lovaina en 2010. El objetivo era que algunos miembros de la EST (preferiblemente jóvenes investigadores, que obtendrían una membresía gratuita de un año a cambio de su colaboración) escribieran breves informes sobre el estado de la cuestión de algunos temas relevantes en la disciplina, a partir de los cuales se prepararía luego una versión abreviada anónima para Wikipedia. Una selección de los mismos está disponible para los miembros de la EST en la intranet de la asociación. En el Congreso de Germersheim de 2013 se creó un Comité responsable de la elaboración de glosarios que complementa el trabajo realizado por el Comité de Investigación y profundiza en él. Si buscamos « James Holmes », por ejemplo, aparece en Wikipedia información sobre un jugador de béisbol, un futbolista, un diplomático, un programador y dos asesinos, uno de ellos en serie (el James Holmes de la matanza de Aurora de 2012), pero nada sobre James Holmes, el padrino de los Estudios de Traducción. Otras búsquedas desvelan aporías similares. Esta incapacidad para transmitir nuestra investigación a los medios de comunicación más populares pone de manifiesto el calibre de la fragmentación interna de la disciplina. Supongamos que una estudiante de postgrado que trabaja en su doctorado busca una definición apropiada de « traducción indirecta ». Puede que sea consciente de la forma en que se utiliza el término en Toury (1995) y en ciertos estudios sociológicos sobre los flujos de traducción (por ejemplo, Heilbron 1999Heilbron, Johan 1999 “Toward a Sociology of Translation: Book Translations as a Cultural World-System.” European Journal of Social Theory 2 (4): 429–444.). Pero también puede haber leído la obra de Gutt sobre la teoría de la relevancia (2000Gutt, Ernst-August 2000 Translation and Relevance. Cognition and Context. 2nd ed. Manchester: St. Jerome.), donde la traducción indirecta se liga a una forma de traducción que hace un « uso interpretativo », lo que corresponde aproximadamente a lo que Toury describiría como una traducción aceptable. Una búsqueda en Internet solo la confundiría más. Así es como TermWiki (Wikipedia no tiene una entrada al respecto) define la traducción indirecta: « una traducción que responde a la necesidad de comunicarse de la manera más clara posible ». Después de leer esta definición, curiosamente desprovista de la necesidad de comunicar de manera clara, nuestra estudiante probablemente comenzará a preguntarse si no ha llegado el momento de cambiar de tema, o de probar un ámbito completamente diferente.44.Otro caso interesante de disociación terminológica es el concepto de pseudotraducción, que significa algo completamente diferente para los académicos adscritos a los estudios descriptivos de la traducción (donde define las obras originales que se presentan como una traducción), para los investigadores que centran su trabajo en la traducción automática y los profesionales de la localización (para quienes este fenómeno, más comúnmente conocido como pseudolocalización, se refiere a la no traducción de partes del texto para probar el software de internacionalización) y para los académicos de inspiración hermenéutica que trabajan con modelos derivados de la narratología (donde denota las formas en que se representan las lenguas incrustadas en el discurso narrativo). Es significativo que la única definición que aparece en las enciclopedias en línea sea la segunda, que ha sido acuñada por desarrolladores que trabajan en su mayor parte fuera de la academia.
Es precisamente ese caos terminológico (tanto dentro como fuera del sector) el que explica por qué, en su introducción a The Metalanguage of Translation [El metalenguaje de la traducción], tras reconocer que el metadebate es « uno de los temas más complejos, menos gratificantes, y quizás incluso más indisciplinados de la disciplina », Yves Gambier y Luc Van Doorslaer acaben suscribiendo el precepto holmesiano de « ¡que continúe el metadebate! » (Gambier y Van Doorslaer 2009Gambier, Yves, and Luc Van Doorslaer eds. 2009 The Metalanguage of Translation. Amsterdam: John Benjamins. , 1, 6). La dinámica del desacuerdo es, por supuesto, inherente a la formación de una disciplina. Al mismo tiempo, si nuestros estudiantes se están bajando del barco porque los desanima nuestra palabrería incoherente, probablemente signifique que tenemos aún mucho terreno por explorar. Al igual que sucedía con la política lingüística europea, aunque un error en la traducción pueda ser una imposibilidad teórica, se cometen y tienen consecuencias reales, por pequeñas e insignificantes que puedan parecer a los de fuera. El reto, como de costumbre, es descubrir cuándo es infértil el metadebate (lo que nos hace desear « contar ovejas ») y cuándo es realmente enriquecedor (ocasiones en las que queremos « contar los logros conseguidos »). Aunque me inclino a pensar que los artículos que componen este número especial tienden a esta segunda opción (la enriquecedora), prefiero que el lector llegue a sus propias conclusiones.55.Una ventaja de seguir prestando atención a la oposición entre la investigación « infértil » y la « enriquecedora » es que, en general, esta puede abarcar todas las distinciones mencionadas anteriormente (teoría/práctica, historia/teoría, descripción/activismo, etc.). Como indicador global de lo que tiene o no valor para los académicos, pone de relieve cómo estas dicotomías solo se cargan de significado dentro de una matriz institucional determinada. Se intentó encontrar un justo equilibrio entre los puntos de vista de la « vieja escuela » (representados aquí por cuatro de los presidentes de la EST) y las « nuevas revelaciones ». A pesar de que el simposio de Viena que conmemoraba el aniversario era una ocasión para lanzar una mirada al pasado, pedimos a todos los participantes que considerasen igualmente cuestiones también pertinentes sobre el papel de la investigación traductológica en la Europa actual.
En el primer artículo de la colección, el presidente de la EST, Anthony Pym, argumenta por qué contar con la E de EST debe alegrarnos. A pesar de que han corrido ríos de tinta sobre el « eurocentrismo » de los Estudios de Traducción, Pym muestra que, dejando de lado demostraciones de fuerza en el terreno de la ideología, existen razones válidas y sensatas para estrechar lazos con la Unión Europea, tales como su auténtico compromiso con la protección del multilingüismo, su modelo de organización basado en estados territoriales que salvaguardan la diversidad lingüística, la relativa transparencia de su administración pública, el acervo histórico del estado del bienestar y la disponibilidad de fondos públicos para financiar la investigación traductológica. El último alegato parece ser el más tangible de todos, y cabe señalar que, durante el primer mandato de Pym, la sociedad participó en dos proyectos encargados por la Dirección General de Traducción de la Comisión Europea. Sin embargo, basándose en esta experiencia, Pym también esboza una serie de problemas, que se pueden interpretar como sugerencias para proseguir con la investigación traductológica en el contexto europeo. Uno de ellos es que los responsables políticos europeos manejan una definición de la traducción extendida entre los legos como mera transmisora de información y no como algo que pueda estimular la participación. La traducción es un aspecto siempre demasiado costoso al que se recurre cuando todo lo demás falla (y aparentemente, « todo lo demás » falla con bastante frecuencia). Más que una solución al déficit democrático de Europa, la traducción se convierte así en parte del problema. Como respuesta a esta perspectiva restrictiva, Pym demuestra que la traducción y el aprendizaje de idiomas no son, en absoluto, vasos comunicantes, sino que se refuerzan mutuamente. En este sentido, Pym ve un gran potencial en las tecnologías de la traducción como instrumentos para mejorar la participación ciudadana y la democracia.
Al igual que Pym, Dilek Dizdar se opone a las concepciones restrictivas de la traducción, pero lo hace desde una perspectiva claramente diferente. Basándose en el concepto de dispositif de Michel Foucault y en la crítica de Adorno y Horkheimer a la razón instrumental, Dizdar sostiene que los Estudios de Traducción en Europa se rigen por lo que denomina un dispositivo instrumentalista, una red de instituciones y discursos que imponen una lógica de mercado deshumanizadora al reducir la traducción a una mera operación de transferencia. Para contrarrestar este instrumentalismo, Dizdar aboga por unos Estudios de Traducción más reflexivos, que no se limiten a atender directamente las necesidades inmediatas del mercado, sino que exploren la naturaleza « preconstruida » de la construcción de nuestra disciplina, como a Bourdieu le gustaría. Para respaldar su argumento, Dizdar analiza un caso presentado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en el que la resolución judicial muestra una concepción bastante limitada de la traducción. La crítica de Dizdar es definitivamente acertada, aunque uno puede preguntarse hasta qué punto la acusación de instrumentalismo sirve para enmascarar lo que después de todo es una lucha institucional entre la investigación aplicada y la teoría, ambas con sus correspondientes seguidores en el ámbito académico. En cualquier caso, cabe destacar que, aunque sus hipótesis de partida son muy similares a las de Pym (y a pesar de la juventud de esta estudiosa turca), Dizdar no comparte su optimismo con respecto al potencial democratizador de las tecnologías. Por otra parte, Pym ha rechazado el « pesimismo extremo » de las críticas al estilo Marcuse sobre la tecnología que Dizdar parece suscribir (Pym 2011Pym, Anthony 2011 “Democratizing Translation Technologies. The Role of Humanistic Research.” Accessed October 15, 2013. http://usuaris.tinet.cat/apym/on-line/research_methods/2011_rome.pdf). Para Pym, al menos parte del problema reside en las nociones ya superadas que adoptan ciertos investigadores que no reconocen las implicaciones teóricas que se derivan del auge de prácticas de traducción no lineales y orientadas al usuario. Al final, sin embargo, los puntos de vista divergentes de Pym y Dizdar son probablemente más una cuestión de creencias que otra cosa. ¿Nos convertiremos en « hombres unidimensionales » en el sentido de Marcuse o en algo más parecido al « hombre trascendente » de Ray Kurzweil?66. El hombre unidimensional es el título [en español] de la obra sociológica clásica de Herbert Marcuse sobre la alienación provocada por la industrialización, publicada por primera vez en 1964 [existe traducción al castellano de Antonio Elorza publicada por Ariel en 1990]. El hombre trascendente [Transcendent Man en la versión original] es un documental de 2009 de Robert Barry Ptolemy (DVD 2011Ptolemy, Robert Barry 2011 Transcendent Man (DVD). Ptolemaic Productions.) sobre el inventor Ray Kurzweil, actual director de ingeniería de Google.
El artículo de Michaela Wolf profundiza en los factores históricos que pueden ayudar a explicar por qué el « suelo vienés », la reliquiae reliquiarum del Imperio de los Habsburgo, era tan idóneo para acoger la fundación de la EST en 1992. Basándose en sus propias investigaciones sobre el multilingüismo en la era de los Habsburgo, Wolf considera las implicaciones de esa frase tan citada de Umberto Eco según la cual « la lengua de Europa es la traducción ». Como argumenta esta autora, tal descripción solo tiene sentido si tanto « Europa » como « traducción » se interpretan de una manera amplia e inclusiva. Como revela la historia del Imperio de los Habsburgo, la traducción es más que una forma de intercambio económico entre estados territoriales: es también, y sobre todo, una herramienta fundamental para construir culturas. En el contexto de la Unión Europea, esta definición ampliada puede perfilarse como una alternativa a lo que Wolf describe como la « lógica neoliberal » que inspira a esta entidad supranacional. La historización de Wolf de las cuestiones relativas a la traducción es esclarecedora, pero también plantea interrogantes sobre el futuro de la democracia europea. El imperio de los Habsburgo se mantuvo unido gracias a una intrincada « geometría » de lazos de sangre, así como a un elaborado simbolismo (Wheatcroft 1995Wheatcroft, Andrew 1995 The Habsburgs: Embodying Empire. London: Penguin.). Los Habsburgo entendieron que las imágenes, más que las palabras, proporcionan « agarraderos » que facilitan la identificación, como lo expresa Lippmann (1997, 105). La situación en las instituciones europeas hoy en día es bastante diferente: aparte de Beethoven, los únicos agarraderos que tenemos a nuestra disposición para esa misión son las palabras traducidas a hurtadillas y, viniendo de los burócratas de Bruselas y Estrasburgo, no son precisamente inspiradoras. Si tenemos en cuenta el principio de paridad lingüística anteriormente mencionado, es precisamente la ausencia de un elemento que se perciba como vínculo transnacional (un símbolo de lo cual es la imposibilidad teórica de una lingua franca oficial) lo que, por el momento, impide que la Unión se desmorone.77.No se puede negar que el uso generalizado de la jerga europea, tan a menudo criticada como un signo del déficit político de Europa, ha servido para mantener un frágil equilibrio de poder entre los Estados miembros de la UE. Véase, a este respecto, la astuta observación de Timothy Garton Ash, quien, a raíz de la crisis económica de 2008, sugiere que el liderazgo alemán en lo económico no ha dado lugar a una clase de dirigentes políticos capaces de movilizar a los ciudadanos europeos a través de la oratoria: « la mayoría de los políticos alemanes tienen más probabilidades de viajar a la luna sin ayuda que de acuñar una frase llamativa » (Ash 2013Ash, Timothy Garton 2013 “The New German Question.” New York Review of Books 60 (13): 52–54., 54). Ash vincula la prevalencia del « lego-lenguaje aséptico » utilizado por estos políticos, entre otras cosas, a los « fantasmas » que siguen habitando en el idioma alemán, que carga con el legado de dos guerras mundiales. Por lo tanto, no es evidente que lo lingüístico funcione hoy de la misma manera en Europa que hace un siglo.
El artículo de Mary Snell-Hornby aborda la cuestión central de la lingua franca en el contexto europeo. Tras destacar de manera lúcida las consecuencias que han traído consigo los cambios geopolíticos y tecnológicos en la investigación sobre la traducción en los últimos veinte años, Snell-Hornby subraya que persiste la necesidad de que la EST siga promoviendo los valores europeos (pero sin imponerlos), especialmente el de la diversidad lingüística. Como afirma firmemente, la tendencia actual de aferrarse al « inglés internacional » en los foros mundiales no es compatible con lo que se había previsto al fundar la EST. Claramente, dicho « inglés internacional » implica la existencia de otro inglés, que Snell-Hornby ha identificado como la « Kultursprache » inglesa, es decir, el estándar literario con el que se puede medir la peligrosa expansión de « das ominöse ‘Eurospeak’ » (Snell-Hornby 2008 2008 “ ‘Jack Mcworld, M.A.’ Translatoren um die Jahrtausendwende.” In Translationswissenschaft in Wendezeiten: Ausgewählte Beiträge zwischen 1989 und 2007, ed. by Mira Kadrić, and Jurgen F. Schopp, 71–84. Tubingen: Stauffenburg Verlag., 76). Al leer tales argumentos, uno recuerda involuntariamente la diatriba que lanzara Henry James contra los ruidosos inmigrantes del Lower East Side de Nueva York que « vierten toda una pila de heterogéneo material » al inglés (James 2004James, Henry 2004 “The Question of Our Speech.” In Henry James on Culture: Collected Essays on Politics and the American Social Scene, ed. by Pierre A. Walker, 42–57. Lincoln: University of Nebraska Press., 54). Es significativo, además, que quienes se han mostrado más críticos con el inglés global en los Estudios de Traducción hayan sido generalmente políglotas eruditos como George Steiner, Venuti y la propia Snell-Hornby, todos ellos procedentes del mundo anglosajón. Lo que está en juego en una polémica tan intensa es la « coherencia orgánica entre la lengua y su contenido cultural » (Steiner 1998Steiner, George 1998 After Babel. 3rd ed. London: Oxford University Press., 491–492), una conexión que nunca ha sido evidente, y probablemente nunca lo será, para los representantes de las « lenguas minoritarias » que Snell-Hornby defiende tan fervientemente.88.Este número especial de Target puede servir para ilustrar lo desatinado que puede ser enmarcar el debate sobre la « aciaga » difusión del inglés presentándola exclusivamente como una elección moral a favor o en contra de la « opción fácil », como la denomina Snell-Hornby. La política lingüística de Target permitía la inclusión de contribuciones en inglés, francés y alemán. Inicialmente, se suponía que esta era una lista abierta de idiomas, ya que en el primer número se afirmaba que « pueden añadirse más adelante otras lenguas » (Toury 1989Toury, Gideon 1989 “On Target’s Targets.” Target 1 (1): 1–7. , 7). Sin embargo, esto nunca llegó a suceder y a lo largo de los años el alemán y el francés apenas han tenido presencia (si bien el francés ha demostrado algo más de resistencia a este respecto). En todo caso, cuando se pidió a los colaboradores que enviaran sus artículos para este número, se les recordó una vez más la política trilingüe de la revista. De los seis colaboradores, dos son hablantes nativos de inglés, dos nativos o casi nativos de alemán y dos de francés, aunque los seis se sienten cómodos en varios idiomas. Sin embargo, al final, solo un colaborador (Yves Gambier, que había presentado su trabajo en Viena en inglés) entregó un texto en francés, mientras que los demás eligieron la « opción fácil ».Cabe señalar que, a partir del volumen 26, Target ha adoptado una nueva política lingüística, que combina el inglés en la versión impresa con la creación de una página web multilingüe; véase la « Carta al lector » de los editores que precede al número 26 (1) de Target. Aun así, lo que un reconocimiento irreflexivo de la diversidad lingüística tiende a pasar por alto es que el hecho de disponer de muchas lenguas tampoco está necesariamente exento de problemas, y uno de ellos es el desigual acceso que proporcionan a un foro público ocupado de una manera desproporcionada por académicos angloamericanos bienintencionados. Además, el cambio lingüístico no es, de ninguna manera, un juego de suma cero en el que uno gana y otro pierde, pues la diversificación y la unificación no son fenómenos necesariamente mutuamente excluyentes. Hace tiempo que se necesita un debate profundo sobre cómo equilibrar los costes y beneficios de la gestión de la diversidad lingüística, si es que se puede expresar en términos económicos tan contundentes, y debemos elogiar a Snell-Hornby por tratar de iniciarlo.
El artículo de Daniel Gile ofrece una perspectiva crítica y útil de las actividades y políticas que ha desarrollado la EST en las dos primeras décadas de su existencia. En él, presta especial atención al boletín de noticias de la asociación, que Gile fundó y editó durante varios años, como vehículo que fomenta la investigación y cooperación entre los miembros. En el primer número, Mary Snell-Hornby y Franz Pöchhacker (1992Snell-Hornby, Mary, and Franz Pochhacker 1992 “Letter from the ‘Proponents’ of EST.” EST Newsletter 1: 1–2., 1) esbozaron el programa de la nueva asociación: « nuestros objetivos son tanto académicos como prácticos: buscamos promover no solo la investigación, sino también la formación continua de profesores y formadores, facilitar el contacto entre los profesionales y las instituciones académicas y ofrecer un asesoramiento que resulta urgente y necesario en relación con cuestiones que requieren apoyarse en conocimientos especializados ». Como señala Gile, no se han cumplido los cuatro objetivos, lo que puede atribuirse, al menos en parte, a las limitaciones inherentes al funcionamiento de cualquier sociedad científica. Las actividades que más éxito han tenido (los congresos trienales, las actas de los congresos, el boletín y el sistema de premios y becas) tienen una serie de « características fundamentales » en común: todas son periódicas, con labores específicas vinculadas a ellas y por lo general han recibido un respaldo leal de los organismos que las financian. Es interesante que Gile señale que la EST puede haber sufrido por ser una asociación internacional, que no puede ejercer la misma presión sobre los responsables políticos que una entidad nacional o local. Este es definitivamente un argumento que también pesa a favor de reconocer la dimensión europea de la sociedad y de conservar, por tanto, una conexión institucional con una entidad política (de carácter supranacional). Gile también sugiere iniciativas para el futuro, como establecer normas más claras para los programas de doctorado, aumentar la visibilidad de las revistas de traducción a partir de investigaciones bibliométricas y ofrecer formación en investigación. Los recientes esfuerzos para crear un Doctorado Internacional en Estudios de Traducción pueden considerarse como un modesto primer paso dirigido a lograr al menos algunos de estos objetivos.
En el artículo final, Yves Gambier analiza una serie de tabús que siguen lastrando la investigación traductológica en un contexto de globalización económica caracterizado por el desarrollo de nuevas tecnologías. Uno de los más flagrantes, según Gambier, tiene que ver con la falta de reflexión académica sobre las consecuencias de las condiciones del mercado, no solo en la práctica diaria de los traductores e intérpretes (tanto profesionales como aficionados), sino también en lo que respecta al tipo de temas de investigación que se consideran dignos de interés. Dado el nuevo giro cognitivo en los Estudios de Traducción (véase House 2013House, Juliane 2013 “Towards a New Linguistic-Cognitive Orientation in Translation Studies.” Target 25 (1): 46–60. ), Gambier infiere que estamos bajo el influjo de un nuevo tipo de subjetivismo que puede dificultar que percibamos cómo el mercado influye en lo que hacemos. Al igual que Dizdar, Gambier se inspira en la sociología de Bourdieu para abogar por una mayor reflexividad por parte de los académicos (en otros textos, Gambier [2012Gambier, Yves 2012 “Une Traductologie pour quelles pratiques traductionelles?” Target 24 (1): 61–82. , 77] utiliza el término « socio-traductologie »). Sin embargo, en lugar de denunciar la desvalorización de la investigación fundamental a favor de la aplicada en la formación de traductores, Gambier rechaza que exista ese conflicto fundacional entre la teoría y la práctica, que percibe como un pseudodilema (¡otra « falsa » oposición más!) que en realidad contribuye a ocultar los intereses económicos que hay en juego. Con su estilo característico, Gambier cuestiona todo: la direccionalidad que se da por sentado que deben asumir las transferencias lingüísticas, el excesivo énfasis en las lenguas territoriales, el uso tácito de la autotraducción por parte de los académicos, la prevalencia de la interpretación consecutiva sobre la simultánea o incluso hasta qué punto es recomendable mantener la etiqueta de « traducción » dado el solapamiento conceptual que se produce con campos vecinos como los Estudios de Adaptación o los Estudios Interculturales. Lo único que se niega a cuestionar, al parecer, es la necesidad de seguir poniendo en cuestión nuestra « polidisciplina », algo que bien podría ser el eje vertebrador de esta colección de artículos. Por todo lo expuesto, en definitiva, no es un delito decir que la EST es una asociación próspera ni tampoco que debe su éxito a la obstinada negativa de sus embajadores más comprometidos a « contar los logros alcanzados ».